¡Lleve de lo bueno!
-Etnografía multimedial de la feria del domingo-
La feria de los domingos o de la Corvi en Valdivia, es reconocida por su vasta extensión, variedad e historia. Recorrerla implica una experiencia llena de colores, sonidos y texturas. Ubicada entre las calles Magallanes, Diego de Almagro, José Victorino Lastarria y alrededores, se puede hayar un espacio de encuentro y unión de clases, nacionalidades, género y edad.
En las calles puedes encontrar a jovenes universitarias/os vendiendo su ropa por $500 a $1000 pesos para irse de vacaciones, o familias que buscan juntar peso a peso ingresos para comer y abastecerse. Además de ser un lugar de encuentro, muchos valdivianos y valdivianas prefieren esta feria por la frescura de sus productos y buenos precios, a diferencia de las ferias que se instalan otro día de la semana o de ir al supermercado, con precios mayores y menor calidad.
Otra curiosidad que hace distinto a este espacio, es que además de vender frutas y verduras se pueden encontrar puestos de mariscos, cigarros, remedios, ropa, útiles de aseo, repuestos, amtiguedades, utensilios y comida, desde los peculiares Hand Rolls a $1000, hasta el tradicional mote con huesillo, factor que congrega a muchos ciudadanos los días domingo desde aproximadamente las 08:30 de la mañana hasta las 16:30hrs.
Si bien, la feria de la Corvi como es usualmente conocida, no siempre ha tenido la misma extensión que ostenta actualmente, siempre ha sido un punto de venta y compra clasico en la ciudad, generaciones familiares han pasado por ella. En algunas familias es tradición ir con los pequeños a comprar y de paso ofrecerles algún regalo si se portan bien, pues también abundan los puestos con juguetes o libros para colorear y así como alguna vez ese niño acompañó a su madre, ahora sus hijos lo acompañan a comprar productos para sus hogares.
En algunos puestos hay comerciantes que llevan atendiendo más de 30 años y conocen a sus clientes habituales o caseritos, mientras que en otros la desconfianza se puede percibir en aire, pues gran parte de los puestos son conformados por coleros o venden productos que no deberían estar en el lugar. En sus palabras “los puestos y productos son indebidos, pero no delito”, de esta forma detrás de cada puesto hay historias ocultas y detrás de cada comprador también, pero a la hora de comenzar el diálogo en el proceso de la venta esas barreras se derriban y se crea un espacio cercano de diálogo, con palabras como “reina”, “rey”, «vecinito o “amigo” que son comunes de escuchar al caminar por sus calles.
Los feriantes, han desarrollado una personalidad representativa del espacio, tienen un volumen alto de voz, una fuerte personalidad y entre ellos ya han formado lazos que quedan evidenciados en sus formas de hablar y relacionarse. Con el paso de lo años han creado lazos, en su mayoría son de un ánimo colaborativo. Las personas que concurren a este espacio a vender sus productos saben del esfuerzo que requiere esta labor, desde levantarse temprano, acarrear los productos, instalar el puesto y lo más importante, lograr una buena venta.
La experiencia sonora resultó ser bastante variada e interesante. Cuando el equipo comenzó el recorrido, el volumen del ambiente no era tan alto. A medida que nos adentrabamos y recorríamos la feria, entre la multitud el sonido distintivo de monedas chocando, el crujir de bolsas llenas de productos frescos y el canto de vendedores que anuncian sus ofertas, se reían o hablaban de fútbol, creaban una sinfonía peculiar que a nuestro oído resulta distintivo de este ambiente. Este conjunto sonoro no fue tan solo un telón de fondo, sino un reflejo vivo de la energía vibrante y la vitalidad que envuelve el ambiente. En medio de charlas, risas y el constante tránsito, la feria se convierte en un escenario auditivo donde la comunidad se comunica e intercambia cultura.
La mañana del domingo 12, las calles de la feria de la Corvi, estaban medianamente llenas. Eran las 10:30AM, con un sol que pretendía dejar a Valdivia como un día cálido de noviembre. Los feriantes estaban haciendo su trabajo habitual, vender y ofrecer sus productos a sus caseritos, como llaman a los clientes.
La conversación fue el medio primordial de interacción con los feriantes, pero sobre todo con aquellos que vendían productos que necesitaban más explicación, como la señora de las plantas o una PYME de venta de miel y derivados. Los integrantes del grupo, registraban la rutina con diversos instrumentos, como cámaras de fotos, video y grabadoras, algo interesante para la feria, muchos de los trabajadores les llamaba la atención y preguntaban el trabajo que se realizaba.
Familias compartían la venta de productos, muchos en sus puestos familiares donde algunos pedían fotografías al ver las cámaras colgando del pecho de los integrantes del grupo de trabajo. Si bien, mucha gente no tomó importancia al registro, algunos si se alarmaron, pensaban que los integrantes del grupo eran trabajadores municipales, fiscalizadores o pertenecientes a alguna institución del gobierno. La alarma se extendió por todo el lugar, algunos feriantes se comunicaban por radio transmisores, o más conocidos por walkie talkie, informando sobre la presencia de instrumentos de registro.
De un momento a otro la mañana se nubló, el viento comenzó a ser más intenso y las nubles de color gris taparon el sol de aquella mañana. La lluvia no demoró en hacerse presente y sólo aquellos puestos que tenían techos pudieron resguardar su mercancía de la inevitable agua que comenzó a caer. A la entrada de la feria habían coleros -denominados así por ser vendedores no oficiales de la feria-, pero con la lluvia destacaron dos puestos de mujeres de la tercera edad que vendían ropa usada y artículos para el hogar. Al no tener un puesto oficial con un toldo o con algún techo para cubrirse, tuvieron que moverse para guardar la ropa que ya comenzó a mojarse con la lluvia. Rápidamente los integrantes del grupo ayudaron a guardar en bolsos grandes los artículos, mientras otros desmontaban el puesto de venta.
Valdivia se sentía calurosa, los pronósticos del tiempo marcaban 27 grados celsius. Alrededor de las 12 del mediodía, el grupo se reunió en la feria de La Corvi para comenzar el registro en el lugar. El grupo se dividió en dos para recorrer el lugar con cámaras y grabadoras. Mientras captaban a los feriantes que, con euforia vendían sus frutas, verduras, comida y artículos para el hogar.
En esta ocasión la feria se notaba mucho más repleta de gente que la vez anterior. A pesar del calor, la gente realizaba sus compras con mucho entusiasmo, comparando los precios de los puestos y eligiendo las mejores opciones, mientras intentaban darse aire con algún papel y le aplicaban bloqueador solar a los más pequeños. Algunos optaban por dar un descanso entre sus compras y buscaban la sombra más cercana, tomando jugo natural o mote con huesillo, mientras vigilaban a los niños que estaban jugando o conversaban entre sí.
Los comerciantes se beneficiaban de esa tarde calurosa y mencionaban: “acérquese caserita por las frutillas frescas para hacer jugo” “compre el rico ceviche fresco para pasar el calor” , lo que llamaba la atención de los clientes que se acercaban a comprar los productos. Este día los feriantes respondieron con más tranquilidad, ya que el grupo les explicó que eran estudiantes de periodismo y que no tenían lazo alguno con la Municipalidad, ni mucho menos con la Alcaldesa, ya que para ellos es un miedo porque pueden llegar a regular el lugar, dado que hay mucho comerciantes sin permisos y a su vez no pagan los impuestos correspondientes a lo que es la comercialización de productos.
Pasadas las horas, el grupo habló con algunos feriantes, quienes dieron su testimonio de lo que realizaban y su labor durante los años. Mientras el calor del día y el sol radiante hacían que lleguen más y más personas a la feria.